LA CULTURA DEL VINO, HILO CONDUCTOR DE UNA VISITA GUIADA
Desde época romana hasta la actualidad

La visita comenzaba en las ruinas de la ‘Capilla de Palacio’, situando a los visitantes en la época romana, muy entroncada con la cultura vitivinícola, ya que incluso tenían un dios, Baco (homólogo del griego Dionisos), dedicado a este producto.
En la villa romana encontrada en Alcázar no puede verse el ‘cellarium’ o bodega del que solían disponer este tipo de edificaciones, aunque sí el ‘torcularium’ (pequeño molino) con el que fabricaban el aceite. Estos dos productos, propios de la cultura mediterránea, se elaboraban en las villas para autoabastecerse. Al no encontrarse la bodega, para lo que habría que seguir excavando, no se sabe si en Alcázar esta cultura utilizaba ánforas o barricas para madurar el vino.
Del Alces romano, al Al-Kasar árabe y medieval, en el entorno del torreón y la plaza de Santa María. La visita rompió mitos acerca de la relación de la cultura musulmana y el vino. Los árabes construyeron un pequeño pueblo, con una pequeña fortaleza o alcazaba (de ahí el nombre de Al-Kasar) aprovechando el asentamiento romano. En un principio, convivieron pacíficamente con los cristianos que se encontraron en este lugar, ya que su cultura siempre fue “integradora”. Los árabes cultivaban la vid por muchos motivos, por su fruto, la uva y las pasas –que forman parte de su gastronomía- y por el vinagre. Pero, para que haya vinagre, primero debe haber vino. Mahoma no prohibía el consumo de vino, pero sí castigaba la embriaguez, de ahí que, tras diversas interpretaciones del Corán, se haya vetado el consumo de alcohol en esta cultura. De hecho, en la azora 47, cuando se describe el ‘Jardín del Edén’, se habla de aguas cristalinas y ríos de leche y de vino. En cualquier caso, en Alcázar de San Juan elaboraban vino que después comercializaban, vendiéndolo a los cristianos, tanto para su consumo como para los rituales religiosos, en los que el vino es uno de los elementos centrales en la Eucaristía.
Precisamente, la importancia del vino en la cultura cristiana, puede contemplarse en la propia iglesia de Santa María La Mayor, donde se encuentran motivos de hojas de parra, copas y uvas. También los caballeros hospitalarios de San Juan, muy presentes en Alcázar, consumían vino en el fragor de la batalla. El vino ha estado siempre muy presente en la cultura cristiana, ya en la Biblia se hace mención a la historia de Noé, que después del diluvio, cuando puso los pies en la tierra, plantó un viñedo y “se embriagó con su fruto”. También se hace mención al vino en el Nuevo Testamento, en el pasaje de las ‘Bodas de Cannán’, entre otros.
En el recorrido por la historia del vino en Alcázar de San Juan, de la mano del guía Javier Cobos, se llega hasta el Museo de la Cerámica ‘Formma’, donde hay recogidos muchos de los recipientes que se utilizaban para contenerlo y elaborarlo, principalmente las tinajas, herederas de las ánforas romanas. El barro y el vino están históricamente relacionados. Ambos elementos tienen algo de mágico en su arduo proceso de elaboración. Tanto el barro, como el vino, se pueden echar a perder en uno de los momentos claves de su elaboración; la maduración, para el vino y la ‘cochura’ o cocción, para el barro. Tanto es así, que muchos maestros alfareros seguían sus propios rituales para asegurar la cocción, como dibujar una cruz en la tapia que se levantaba para cubrir el horno durante el proceso, recitar una oración a las patronas de los alfareros, Santa Justa y Santa Rufina o pronunciar en voz alta “Jesús Bendito”, a lo que el resto de trabajadores del barro respondían “Amén”.
Cobos explicó en el Formma el proceso de elaboración de las tinajas que, al tratarse de piezas muy grandes, no podían fabricarse en un torno y se hacían mediante ‘urdimbre’ (tiras de barro que se iban superponiendo y cerrando con una pátina). La fabricación de tinajas era un arte propio de la alfarería que sólo realizaban los hombres, los tinajeros, y había lugares como Villarrobledo o El Toboso, en los que llegaron a tener fama de elaborar las mejores. Algo que aparece mencionado también en ‘El Quijote’.
‘La Casa del Hidalgo’, fue el punto final de este interesante recorrido, acercándonos más al ‘Siglo de Oro’ y a nuestros días. Allí se mencionaron algunas de las primeras e ilustres bodegas que se ubicaron en Alcázar, como la de los ‘Ordoñez y Villaseñor’, inicio de la producción de vino en nuestra tierra. También se habló de las bodegas que solía haber en las cuevas de las casas, para el consumo doméstico y la importancia que ha tenido el vino en la economía de la localidad, hasta nuestros días. También se hizo un recorrido por el vino en ‘El Quijote’, entroncado con la vida de los hidalgos.
En definitiva, un recorrido diferente, interesante y que descubrió al público que pudo disfrutarlo que, alrededor del vino, hay una amplia cultura.
Fuente: manchainformacion.com